Comentaba esta semana en un almuerzo Lionel Barber, director del FT, que Europa no necesita visionarios sino ejecutores. Con su fina ironía inglesa, recordaba todas las “visiones” a propósito del Tratado de Lisboa y los objetivos de convertir Europa en 2010 en la zona económica más competitiva del mundo.

Hoy, agrego, ni siquiera hay una visión clara. Hay visiones múltiples, afectadas por los intereses nacionales de los miembros de la UE, que impiden ejecutar. Europa se ha vuelto a dividir en proalemanes y properiféricos. Y el Reino Unido cada vez más alejado.

Sería una futilidad intentar predecir qué va a ocurrir. Pero basta ver el estado de las finanzas de los estados miembros mediterráneos (incluyo a Francia) para saber que un rescate no sirve, no es suficiente por si solo. Podría atenuar, como un parche, la enfermedad; pero no la curaría.

La casa hay que limpiarla de arriba abajo, hay que barrer la basura escondida debajo de las alfombras, hay que buscar complicidades con los vecinos para que te permitan ser un poco más ruidoso en el proceso de limpieza; pero, limpiar por si solo no sirve para nada, aunque te dejen escobas, aspiradoras y modernos utensilios de limpia y rasca. La casa también hay que empezar a redecorarla, a cambiar muebles, instalaciones eléctricas… En definitiva, a invertir y a apostar por un nuevo modelo futuro. Nos estamos ahogando, reducimos, recortamos y acogotamos a los ciudadanos con impuestos excesivos que coartan el consumo y la inversión, hoy más necesaria que nunca.

El rescate financiero de la deuda española es necesario para reducir el coste de la deuda; recortar es necesario, pero no para quedarnos en el esqueleto. Europa, la Europa mediterránea, requiere un nuevo plan para generar crecimiento inmediato.

Martí Saballs