El posible rescate de la economía española tiende a plantearse sin definir qué puede faltar de los ajustes pendientes para su solicitud y cual sería el apoyo efectivo del MEDE y del BCE, si aquel se efectúa. Son dos cuestiones críticas, ya que apuntan, por un lado, a cual sería la condicionalidad requerida. Y, por el otro, a cual podría ser el alcance real de las medidas de apoyo.
¿Qué queda, en el corto plazo, por hacer? Básicamente, la reforma en profundidad del sistema de pensiones. Su diseño actual, y las perspectivas de empleo para los próximos años, sitúan el déficit de la Seguridad Social en primer plano. Su reforma exigiría avanzar el calendario de incrmmento de la edad legal de jubilación (ahora pendiente hasta 2027), alargar el período de cómputo de las contribuciones hasta el conjunto de la vida laboral y ampliar el número de años exigidos para tener derecho al 100% de la base reguladora, desde los 35 actuales a, quizás, los 42 franceses. Por ello el gobierno pospone ese debate al final de los actuales procesos electorales. Y, por ello también, el gobierno intenta pasar la maroma, esperando que la actual calma en los mercados se consolide y profundice y le evite este nuevo trago.
¿Qué pueden, razonablemente, hacer el MEDE y el BCE? La deuda pública española finalizará 2013 en el entorno del 90/95% del PIB, es decir, cerca del billón de euros. A los que hay que añadir los 2 billones de deuda italiana. Frente a estos volúmenes, el MEDE dispone de 500.000 millones brutos (hay que descontar las aportaciones española e italiana, por descontado). Por tanto, el rescate de España debería ser blando por definición, dada la cuantía de recursos hoy disponibles.
Finalmente, ¿y el BCE? El OMT (Outright Monetary Transactions) hasta ahora ha sido sólo un anuncio, cuyo real alcance habrá que situar en el contexto del incremento del balance del banco central. Su activo se ha doblado desde el inicio de la crisis, básicamente por las inyecciones de crédito a la banca, desde cerca del 16% al 33% del PIB de la eurozona entre septiembre de 2008 y junio de 2012. De hecho, su balance es el más hinchado de los grandes bancos occidentales. Entre las mismas fechas, la Fed lo ha incrementado del 6,3% al 18,5% del PIB de los EEUU, el Bank of England del 6,4% al 15,1% del PIB británico o el Bank of Japan desde el 22,0% al 30,3% de su PIB.
Por ello, no cabe esperar grandes actuaciones de compra de deuda en los mercados secundarios. De efectuarse, ello podría implicar, más que un aumento de su balance, su reestructuración. Es decir, menor crédito bancario y más deuda pública. Teniendo en cuenta que nuestra banca tiene crédito vivo en el BCE por un valor próximo a los 450.000 millones (sobre un crédito total cercano a los 1,2 billones de euros a finales del pasado septiembre) no parece que el OMT pueda ser una alternativa especialmente radical.
Finalmente, un último comentario sobre el potencial impacto de las compras de deuda por el BCE. Éste acumula en su balance del orden de 200.000 millones de deuda (griega, portuguesa, irlandesa y, en menor medida, italiana y española), procedente de su programa anterior. No parece que el impacto de esas pasadas compras fuera muy substancial. En especial para un país como España que, entre nuevo déficit y refinanciaciones, debe buscar anualmente en los mercados en el entorno de los 200.000 millones de euros.
Josep Oliver