Claro que España está lista para el rescate. Pero, sobre todo, está necesitada: precisa reducir de forma significativa los tipos de interés con los que financiar la deuda pública. Aun cuando los tipos actuales sean inferiores a los vigentes antes del verano, resultado del anuncio del plan del BCE de llevar a cabo intervenciones en el mercado secundario, siguen siendo excesivamente elevados: apenas permitirían reducir esos 38.600 millones de euros que el gobierno ha consignado como gasto en concepto de intereses en los PGE de 2013.

Es cuando menos imprudente confiar en la continuidad de la “calma chicha “ en la que se encuentran ahora los mercados de deuda soberana y descartar sobre esa base la necesidad de apoyo. La definitiva concreción del rescate, en cualquiera de las modalidades que se siguen barajando ( en definitiva con el respaldo del BCE y la eventual cobertura del ESM) contribuiría a reducir el coste efectivo del endeudamiento publico, que a su vez condiciona de forma significativa el correspondiente en la captación de financiación privada. Idealmente el descenso de tipos debería reflejar la proporción que no esta explicada por los fundamentos económico-fiscales de España, sino por los riesgos de “reversibilidad” en sus distintas posibilidades. Analistas e instituciones situaban esa magnitud antes del verano en el entorno de los 200 puntos básicos para los bonos a 10 años españoles e italianos.

Con independencia de la cuantía concreta que finalmente cediera el tipo de interés, al menos quedaría eliminado el riesgo de retorno a tipos prohibitivos. Frente a una garantía tal, las contrapartidas que debería soportar el gobierno español son , a estas alturas, menores. No solo porque ya se hayan definido ajustes fiscales homologables en cierta medida a los propios de una economía rescatada o intervenida, sino porque ese otro coste, de naturaleza política, el derivado del “estigma ” que conlleva petición de auxilio no parece cotizar electoralmente: los ciudadanos han asumido que la tutela europea es ya muy estrecha.

Que se concrete en una fecha o en otra no parece depender ya, sin embargo, del gobierno español.

Emilio Ontiveros