El pasado sábado 9 de junio España solicitó oficialmente la ayuda financiera para la recapitalización del sistema financiero por un importe máximo de 100.000 millones de euros. Diversas cuestiones emergen ante esta situación:

1)    ¿Era necesario el rescate? La respuesta es claramente afirmativa. La situación se había ido deteriorando creando un “bucle diabólico” entre el deterioro de los activos bancarios y las finanzas públicas. El sector público se convierte en el garante de los bancos que, a su vez, tienen en sus balances un volumen considerable de deuda pública que pierde valor si el Estado se endeuda y es menos solvente para garantizar el rescate de los bancos. La pésima gestión del caso Bankia y el fracaso institucional en la gestión de la crisis abría un horizonte desconocido sobre las entidades financieras españolas. El goteo de cifras sobre las necesidades de recapitalización de las entidades y la falta de transparencia sobre la situación real del sistema financiero incrementaba la incertidumbre sobre éste y, con ello, provocaba el cierre absoluto de los mercados. Hay que subrayar, sin embargo, que las medidas adoptadas, necesarias por si mismas, no serán plenamente eficaces (al revés, pueden servir de poco) si no son creíbles y merecen confianza. Para ello es fundamental la gestión del proceso, de los gestos y de los tiempos. Y es evidente que en este terreno la actuación del gobierno resulta cuanto menos manifiestamente mejorable, especialmente porque al adoptar un tono aparentemente triunfalista parece negar la evidencia de que existía un problema y de que necesitábamos ayuda para resolverlo.

2)    ¿Es ésta la mejor alternativa? Sin duda, la alternativa óptima hubiera sido la inyección directa de capital a las entidades españolas, evitando, así, que el garante último de la ayuda fuera el Estado y, por ende, los contribuyentes. No obstante, no había tiempo material para negociar la introducción de los cambios necesarios para poder optar por este sistema, más aún si tenemos en cuenta la reciente escalada de la prima de riesgo española. Retrasar la solicitud de ayuda en este momento podía implicar tener que optar por la opción de rescate pésima: el rescate al país. La ayuda acordada consiste en una opción intermedia por la que Europa presta al Estado (vía FROB) los recursos necesarios para el saneamiento de los balances de las entidades financieras. Con ello, el riesgo existente en los balances de las entidades (derivado de su exposición al sector inmobiliario) se transfiere al sector público. De los detalles de la ayuda financiera, todavía desconocidos, dependerá su éxito o fracaso. Un aspecto crucial es la calificación como sénior o prioritaria del préstamo concedido. Los mercados parecen descontar que va a tener esa calificación y ello explicaría, en parte, el aumento de la prima de riesgo tras el rescate.

3)    ¿Será suficiente? La respuesta de los mercados los dos primeros días tras la solicitud de ayuda no ha sido positiva. En ello influye, sin duda, el desconocimiento que todavía existe respecto los detalles de la ayuda: tipo de interés y plazo  del préstamo, condicionalidad que se impone a las entidades (y si va a haber alguna condicionalidad macroeconómica), orden de preferencia de este préstamo,… La incertidumbre continúa muy presente y por el momento no parecen haberse resuelto los problemas. Además, en el horizonte pesa mucho aún la incógnita sobre el resultado de las elecciones griegas. Podemos afirmar, pues, que es una condición necesaria para el fin de la crisis financiera pero que a todas luces parece insuficiente.

El rescate puede contribuir a solucionar un problema que estaba enquistado y condicionaba todo lo demás, como es llevar a cabo de una vez el saneamiento del sistema financiero. Pero está claro que esta medida por si sola no impedirá que prosiga la escalada de la prima de riesgo, como los mercados nos están demostrando día a día desde que se adoptó esta decisión. Medidas como la unión bancaria y el establecimiento de una calendario para alcanzar una verdadera Unión Federal Europea son cruciales, pero se trata de acciones a medio plazo.

Para atajar este incendio solo existe una medida auténticamente eficaz. El BCE debe lanzar el mensaje inmediato y contundente a los mercados de que está dispuesto a comprar todos los bonos españoles e italianos que haga falta en el mercado secundario con el fin de impedir que la prima de riesgo supere un listón determinado (tal vez 200 puntos básicos). Y que todos aquéllos que sigan especulando contra estos bonos van a perder la partida y tener que soportar pérdidas importantes. Sin este mensaje, cualquier otra medida, como la adoptada, destinada a atacar problemas reales, estará condenada al fracaso. Es decir, no va a impedir que las primas de riesgo sigan disparadas, la necesidad de un rescate total se acerque cada vez más y la irreversibilidad del euro aparezca más cuestionada cada hora que pasa.