- El grupo de Opinión y Reflexión en Economía Política europeG reconoce que ha habido cambios muy positivos en la última década, pero afirma que sigue habiendo grandes desequilibrios que hacen necesario elevar la productividad para asegurar el crecimiento económico
- Entre estos desequilibrios, destaca el elevado nivel de endeudamiento público que ha alcanzado niveles “alarmantes” y la situación de la Posición de Inversión Internacional (PII), que ha mejorado, pero sigue por encima de lo que sería deseable
- El sector privado no financiero ha reducido sustancialmente sus niveles de endeudamiento, pero todavía le queda camino que recorrer con los nuevos umbrales de la Comisión Europea
- En este contexto, europeG considera necesario reforzar y ampliar el crecimiento de la productividad, impulsando los sectores productivos menos directamente vinculados a los servicios personales y turísticos y modificando la composición del crecimiento desde el empleo a la productividad por ocupado
- Alerta de que, si no se hace esa transición, será ciertamente difícil hacer frente a unas finanzas públicas que se van a deteriorar por el creciente envejecimiento de la población
- Afirma que será muy difícil conseguir aumentos reales del PIB por encima del 1,5-2% del PIB con menores incrementos de ocupación que reflejen avances más elevados de la productividad
El Grupo de Opinión y Reflexión en Economía Política europeG presentó hoy en la sede de CaixaForum de Madrid su Policy Brief número 20 titulado “Reabsorción de desequilibrios financieros y resiliencia de la economía española 2008-2024: una visión a largo plazo”, elaborado por el codirector de EuropeG y catedrático emérito de la UAB, Josep Oliver. El documento se presentó en colaboración con la Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE) y contó con la presencia del director de europeG, Antoni Castells, el autor Josep Oliver y el vocal de la Junta Directiva de la APIE Juande Portillo. En este Policy Brief, europeG analiza dónde se sitúan los desequilibrios de deuda tras la pandemia, los efectos de la inflación, la respuesta del Banco Central Europeo (BCE) y si pueden considerarse o no superados estos desequilibrios. El grupo de reflexión concluye que, al igual que los últimos años y más allá de 2024, será necesario invertir a largo plazo en los factores que contribuyen al crecimiento de la productividad para asegurar el crecimiento y evitar el deterioro de las finanzas públicas por el envejecimiento de la población, dada la reducción del apoyo del BCE, la bajada de la inflación, el menor soporte de fondos europeos extraordinarios, la necesidad de reducir el elevado endeudamiento público, los todavía preocupantes niveles de deuda privada y exterior o las dificultades de crecimiento de la UEM. En concreto, resalta la necesidad de invertir en capital humano, investigación, innovación y desarrollo e infraestructuras. A su parecer, tras una década y media de reajuste de los excesos de los primeros 2000, y tras la sustancial modificación en los mecanismos de apoyo de la economía española, estas recetas no pueden posponerse.
El Policy Brief repasa el periodo post-COVID en el contexto del apoyo prestado por la Comisión Europea y, en particular, por el BCE, las modificaciones en el comportamiento de hogares y Sociedades No Financieras (SNF) y su traducción en una “insólita elevada” capacidad de financiación del sector privado no financiero, el impacto de los flujos financieros de los distintos agentes en la reducción de su endeudamiento, la notable mejora en la posición deudora de España con el resto del mundo y la preocupante situación actual y el posible futuro del endeudamiento público.
El Grupo de Opinión y Reflexión concluye que de la dinámica de los balances financieros de los sectores internos y de los del país con el resto del mundo, se desprende un balance relativamente favorable. A pesar de ello, afirma que continúan existiendo aspectos preocupantes. Además, alerta de que la situación actual podría empeorar rápidamente de modificarse algunas de las condiciones que han permitido el desapalancamiento y, en particular, el crítico papel del BCE (compra de deuda pública española, crédito a largo plazo a la banca y tipos de interés excepcionalmente reducidos) y de la Comisión en la disminución de la deuda interna y exterior. De hecho, asegura que la reducción de la deuda interna del sector privado y de la exterior y la resiliencia de la economía española tras los choques de la pandemia, los efectos inflacionarios y recesivos de la crisis de Ucrania y el endurecimiento de la política monetaria (2022-2023) no se puede comprender sin la extraordinaria intervención del BCE a partir de 2014-2015 y las ayudas directas e indirectas de la Comisión (2020-2023).
En concreto, europeG resalta la intensa reducción del endeudamiento exterior de la banca y del tamaño del sector financiero español respecto del PIB de nuestra economía como aspectos críticos que permiten compren los avances de la última década y media. A su parecer, el doble ajuste del sector, tanto en tamaño como en deuda exterior, constituye probablemente uno de los aspectos más positivos de lo sucedido desde la crisis financiera y, en particular, a partir de 2015. En paralelo, la capacidad de financiación de las familias españolas en el periodo postcrisis 2012-2023, se ha situado en una media anual del 2% del PIB por una inversión sensiblemente inferior a la histórica en 2 puntos de PIB, mientras que el ahorro fue solo un punto menor. Se trata de un superávit que excede en mucho el de largo plazo y explica una parte relevante del saldo exterior del país estos años. Por su parte, las Sociedades No Financieras (SNF) presentaron también modificaciones sustantivas en su tradicional necesidad de recursos.
Junto a estas mejoras, europeG destaca la notable reducción de la PII de España, uno de los cambios macroeconómicos más sustanciales de la última década, que ayuda a comprender la estabilidad macroeconómica del país. Sin embargo, su nivel absoluto continua por encima del -35 % del PIB exigido, y más alejada todavía de valores prudenciales o de referencia, que son los adecuados para contener crisis de la balanza de pagos. En este ámbito, destaca el salto de escala del saldo por cuenta corriente, desde el tradicional registro negativo a una nueva situación de saldos positivos a partir de 2012, que han continuado hasta 2024, con previsiones de continuidad para los próximos ejercicios, aunque cerca de la mitad de la mejora del saldo por cuenta corriente deriva de la acción de factores transitorios. Finalmente, y en parte reflejando la disminución del tamaño del sector financiero, hay que citar la muy notable disminución del endeudamiento del sector privado no financiero como otro de los logros alcanzados, incluso transitando por los difíciles ejercicios 2020-2023.
Frente a estos aspectos, europeG destaca otros menos favorables que no deberían olvidarse, como el carácter absolutamente excepcional de la intervención del BCE en la reconducción de los desequilibrios, junto al apoyo de la UE los últimos años. Además, destaca la “imperiosa necesidad” de aumentar la productividad, y con ella, el crecimiento potencial del PIB. “Sería un error olvidar que sin los apoyos del BCE, primero en 2011-2012 y posteriormente a partir de 2014-2015 hasta 2022, difícilmente la economía española se encontraría dónde está hoy”, sostiene.
En este sentido, asegura que, mirando hacia adelante, el horizonte que se dibuja a partir de 2024 es radicalmente distinto, dado los tipos de interés más elevados, la disminución de los elevados volúmenes de deuda acumulados en el balance del Eurosistema y la supresión de los créditos a largo plazo a la banca. Aunque la intervención del BCE regresaría si fuera necesario, europeG recuerda que la UE no es un estado federal y, por tanto, las ayudas que el BCE o la Comisión han suministrado difícilmente pueden mantenerse sin cambios radicales en la configuración política de la Unión. Además, hay que tener en cuenta los diferenciales en el peso de la deuda pública sobre el PIB entre el sur y el centro de la UEM, que sugieren un complejo equilibrio para la acción tanto del BCE como de la Comisión.
En suma, el Grupo de Opinión y Reflexión asegura que la economía española ha entrado en una nueva fase en la que las muletas que la han ayudado a sostenerse desde 2012 comienzan a dejar paso a una nueva situación en la que han de ser los recursos interiores los que la sostengan a partir de ahora. Además, recuerda que sigue habiendo grandes desequilibrios, como el endeudamiento de las Administraciones Públicas (AAPP), que no solo no se ha reconducido, sino que ha alcanzado niveles “alarmantes”. Asimismo, el PII, como se ya se ha comentado, se sitúa todavía por encima de lo que sería deseable y al sector privado no financiero (hogares y empresas no financieras) le queda un largo camino que recorrer con los nuevos umbrales que tanto la Comisión como el FMI han puesto en marcha. En este sentido, resalta la necesidad de reforzar, mantener y, a ser posible, ampliar el saldo por cuenta corriente, puesto que es la única forma de reducir la elevada posición de inversión internacional.
En este contexto, europeG insiste una vez más en la necesidad de reforzar y ampliar el crecimiento de la productividad, impulsar los sectores productivos menos directamente vinculados a los servicios personales y turísticos y, en particular, modificar la composición del crecimiento desde el empleo a la productividad por ocupado. A su parecer, esto exigiría desviar recursos hacia los sectores menos intensivos en mano de obra, que permitieran crecimientos basados en una dotación de capital por ocupado más elevada. “De no hacer esa transición ni reforzar los elementos que hoy se apuntan, será ciertamente difícil hacer frente a unas finanzas públicas que todo apunta se van a deteriorar por el creciente envejecimiento de la población y, simultáneamente, atender a la necesaria reducción de la elevada PII y la fase final de desapalancamiento privado”, advierte.
Si en el año 2022, en el Policy Brief 16, el Grupo de Opinión y Reflexión ya advertía de que la recuperación 2013-2019 había continuado con la versión más tradicional y menos sólida del crecimiento –fuertes avances de empleo, combinados con baja productividad–, esta afirmación puede extenderse hasta 2024. Esto, a su parecer, refleja que la redistribución factorial subyacente a la recuperación de exportaciones se encuentra lejos de la que sería deseable, que muchas de las debilidades existentes antes de la crisis financiera siguen limitando un sólido avance de la actividad y que el aumento de la inversión ha sido limitado desde 2019. Este balance, según europeG, sugiere que será muy difícil conseguir aumentos reales del PIB (por encima del 1,5% – 2% del PIB) con menores incrementos de ocupación que reflejen avances más elevados de la productividad.
Por todo, señala que, más allá de 2024, la reducción del apoyo del BCE, el menor soporte de fondos europeos extraordinarios, la necesidad de reducir el elevado endeudamiento público, los todavía preocupantes niveles de deuda privada y exterior o las dificultades de crecimiento de la Unión Económica y Monetaria refuerzan la necesidad de inversión a largo plazo en los factores que contribuyen al crecimiento de la productividad: capital humano, investigación, innovación y desarrollo e infraestructuras. “No son recomendaciones nuevas. Pero tras una década y media de reajuste de los excesos de los primeros 2000, y sustancial modificación en los mecanismos de apoyo de la economía española, no pueden posponerse”, concluye.